sábado, 27 de agosto de 2011

Oda a los nombres de Venezuela - Pablo Neruda

Los llanos requemados
de febrero,
ardiente es Venezuela
y el camino divide
su extensa llamarada,
la luz fecundadora
despojó el poderío
de la sombra,
cruzó por el camino,
mientras crece
el planeta a cada lado,
desde Barquisimeto
hasta Acarigua.
Como un martillo
el Sol pega en las ramas,
clava clavos celestes
a la tierra,
y como un gallo
encrespa su plumaje
sobre las tejas verdes
de Barinas,
sobre los párpados
de Suruguapo.

Tus nombres, Venezuela,
los ritos enterrados,
el agua, la batalla,
el sombrío enlace
de jaguar y cordilleras,
los plumajes
de las desconocidas aves
condecoradas
por la selva,
la palabra apenas
entreabierta
como de pluma o de polen,
o los duros nombres
de lanza o de piedra:
Aparuren, Guasipati,
Canaima, Casiquiare,
Mavaca, o más lejos, Maroa,
donde los ríos
bajo las tinieblas
combaten como espadas,
arrastran tu existencia,
madera, espacio, sangre,
hacia la espuma férrea
del Atlántico.

Nombres de Venezuela
fragantes y seguros
corriendo como el agua
sobre la tierra seca,
iluminando el resto
de la tierra
como el araguaney
cuando levanta
su pabellón de besos
amarillos.

Ocumare, eres ojo, espuma
y perla,
Tocuyo, hijo de harina,
Siquisique, resbalas
como un jabón mojado
y oloroso
y, si escogiera,
el Sol nacería en el nombre
de Carora,
el agua nacería en
Cabudare,
la noche dormiría en
Sabaneta,
en Chiguare, en Guay,
en Urucure,
en Coro, en Bucaray,
en Moroturo.
En todas las regiones
de Venezuela
desgranadas
no recogí sino
este tesoro:
las semillas ardientes
de esos nombres,
que sembraré en la tierra mía,
lejos.

Pablo Neruda

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